Todas las personas hemos dado y recibido cuidados en algún momento de nuestras vidas: no hay historia humana sin la historia de los cuidados y su organización. Aunque los cuidados toman diferentes formas de acuerdo con cada contexto y con cada época, los estudios académicos feministas han puesto en evidencia que durante la mayor parte de la historia el cuidado ha sido trabajo de mujeres que no son reconocidas en la sociedad ni en la economía.
Hace algunas décadas, los cuidados comenzaron a ser tema de discusión, principalmente en relación con la inserción laboral femenina, pues para incorporarse al trabajo remunerado era necesario delegar el cuidado de otras personas, principalmente de sus hijas e hijos. En años más recientes comenzaron a sumarse otros temas a los estudios académicos y a la agenda política en torno al cuidado, por ejemplo: la situación laboral de las empleadas del hogar, la atención a las personas mayores y los derechos laborales de las madres en periodo de lactancia, entre otros.
También analiza las implicaciones que esto tiene en la vida de las mujeres y los beneficios que reporta a otras personas y a la sociedad en diferentes ámbitos. El punto de partida es lo que se conoce como cadenas de cuidados, es decir, la transferencia del trabajo de cuidados de una mujer a otra, casi siempre dentro de la familia, por la necesidad de salir a realizar actividades fuera del espacio doméstico.
O dicho de mejor manera, la necesidad de la sociedad de que una mujer reemplace a otra para seguir cumpliendo con el cuidado de manera gratuita cuando la segunda es requerida en el mercado laboral (o no puede asumir los cuidados por alguna otra razón), dentro de un sistema que, paradójicamente, no reconoce las necesidades de cuidado de las personas como parte de las remuneraciones, ni de las jornadas o prestaciones laborales, ni de los horarios de servicios, etc., y que exime a los hombres de la corresponsabilidad del cuidado.
Ante estas circunstancias, las mismas mujeres se encargan de organizar una serie de vínculos mediante los que se transfiere el trabajo de cuidados, ya sea de forma remunerada o no remunerada. En esa transferencia hay una serie de actores cuya participación o ausencia influye en cómo se construyen y organizan socialmente los cuidados, marcados fuertemente por los roles de género tradicionales de hombres y mujeres.
Estas transferencias de cuidados se entretejen en el marco de la precariedad laboral y la injusticia social que caracteriza y sostiene a la economía global, no sólo nacional. Cabe precisar que el término de cadenas de cuidados sugiere una línea de eslabones con los que se transfiere el cuidado de una mujer a otra. Sin embargo, en realidad se trata de una serie de vínculos más amplios y no necesariamente unidireccionales, sobre todo desde el punto de vista del curso de vida.
La idea de una red de cuidados es más cercana a la realidad que podemos observar todas las personas a nuestro alrededor si prestamos atención. Al indagar en las redes que se tejen en torno de los cuidados, buscamos identificar las circunstancias de desigualdad entre hombres y mujeres, entre clases sociales y entre espacios rurales y urbanos que marcan la organización social del cuidado y las consecuencias que esta tiene en la vida de las personas que cuidan.
Al mismo tiempo, indagamos en las rutas, oportunidades o proyectos de vida que surgen por las relaciones de cuidados, para mostrar que hay costos y beneficios que siguen estando mayormente invisibilizados. En última instancia, queremos contribuir a poner de manifiesto que las interconexiones de cuidados generan relaciones vitales pero desiguales que conllevan beneficios sociales y económicos para toda la sociedad, particularmente para el capital nacional y trasnacional.